¿Cómo involucrar a tus colaboradores? Parte II – Preguntas.

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En el pasado artículo, comentábamos la importancia de Generar Visión o, lo que es lo mismo, Generar Proyecto, para involucrar a nuestro equipo.

Muchas veces, y casi siempre de forma inconsciente, tratamos a nuestros colaboradores como niños pequeños aunque les exijamos como adultos. Les decimos lo que tienen que hacer, cómo han de hacerlo, qué sistemática han de seguir, cuándo han de entregarlo… y, claro, lo que generamos no es un proyecto compartido, sino nuestro proyecto, nuestra idea, y les ordenamos cómo ejecutarla.

Luego, nos quejamos de la falta de proactividad, o de ganas, o de un cierto pasotismo, o del bajo nivel de interés, o de su lentitud, y tenemos que estar pendientes de la evolución del encargo y de cualquier mínimo detalle.

¿Por qué no cambiamos el enfoque y empezamos por hacer preguntas en vez de dar respuestas?

1.- ¿Cómo lo haría tú?

Nos encontramos con algo que hay que hacer. En vez de llamar a uno de nuestros subordinados y decirle “haz esto, de esta forma y para mañana”, empieza por explicarle de qué se trata y para qué es necesario y pregúntale ¿cómo lo harías tú?

En ese momento, estamos convirtiendo un simple encargo en un proyecto compartido, en su proyecto.

2.- Piénsalo y luego hablamos.

Puede que nos conteste: “pues ahora mismo no se me ocurre nada”. No importa, podemos seguir involucrándole para que continúe sintiendo el proyecto como propio. En vez de “deja, que ya lo hago yo”, prueba a decirle: piénsalo y mañana me cuentas cómo lo harías.

3.- Preguntas dirigidas.

Es posible que al día siguiente vuelva a respondernos algo parecido a “le he dado vueltas y no se me ocurre nada”. Entonces, antes de decirle cómo hacerlo o “deja, que ya lo hago yo”, podríamos utilizar las preguntas dirigidas: ¿en tu experiencia…?, ¿otras veces se ha hecho de esta forma, tú cómo lo mejorarías?, ¿si quisiéramos conseguir esto lo haríamos así, pero para conseguir esto otro, cómo lo enfocarías?

Con estas preguntas dirigidas, lo que pretendemos conseguir es despertar la creatividad de nuestro colaborador enfrentándole a un suave reto para que reaccione ante su bloqueo mental.

4.- Ofrecer alternativas.

Si aún así no conseguimos despertar su creatividad, podemos seguir intentándolo ofreciendo alternativas. La siguiente pregunta podría ser: quizá podríamos intentarlo de esta forma o de esta otra, ¿qué te parece, cuál crees mejor?

5.- Sugerir una opción.

Si aún así, la respuesta que recibimos es parecida a “no sé, no estoy seguro” y antes de responder “deja, ya lo hago yo”, siempre hay una última posibilidad: ¿porqué no lo intentas por esta vía y si tienes dudas las vamos comentando?

El “deja, ya lo hago yo” nos carga de trabajo, reduce la creatividad a la mía (que, por muy alta que sea, tiene ciertas limitaciones), perpetúa las formas de hacer (y las posibles ineficiencias), no genera un clima de delegación y no ayuda a que nuestro equipo aporte su talento al proyecto común.

¿Por qué, en vez de utilizar sólo nuestro cerebro, no nos acostumbramos poner a funcionar de forma interactiva las millones de neuronas de todos los cerebros de nuestros colaboradores para multiplicar la eficacia y los frutos?

Hazlo y comprueba los resultados. ¡Te sorprenderás!

Francisco Muñoz.